Averías

Después de una semana acumulando resultados de diagnósticos positivos, es decir, negativos. Momentos en el curro que parecen haber sido sacados de una peli de Tarantino y algún que otro episodio kafkiano con el mundo, llega el lunes que, de por sí, no es un día fácil. Pero todo anuncia que éste será aún más prometedor, si cabe. En ocasiones como éstas deseas que haya algún tipo de Dios que vele porque las cosas cuando están  mal, no se pongan peor.  Pero llegado el momento confirmas otra vez que, de existir un Dios, el muy cabrón debe estar encantado regocijándose en las miserias humanas.

Es lunes. Son las 2 de la tarde y pienso que hace días que no sé nada de mi familia. Cojo el teléfono y descubro que no hay línea. Enciendo el ordenador y mis expectativas se cumplen. Tampoco funciona internet. Hace tiempo que no sé qué pasa en el mundo, pienso,  así que decido bajar a comprar el periódico. De regreso, llamo a la compañía telefónica. Por lo visto, después de 28 minutos pasando de operador en operador y deleitándome  con la sinfonía de turno de Beethoven, me informan que hay una avería en la zona y que intentarán solucionarla en 48 horas. Conozco esa expresión “en 48 horas”, se suele materializar en más de una semana. En fin, qué le vamos a hacer. Leeremos el periódico.  Después de repasar la portada, la editorial y algún que otro titular confirmo que mi teléfono, no es lo único que no funciona. Tampoco parece hacerlo mi realidad. Desahucios, paro, corrupción… me gustaría saber a quién llamar para que me solucione esta avería.  Pero mucho me temo que de existir línea, no habrá nadie al otro lado.

Sin nada mejor que hacer, sigo leyendo el diario. Pero mi mente, por suerte, ya ha viajado a otro escenario. Ya no se concentra en entender todas esas noticias horribles que nos informan del devenir de nuestra existencia. Bárcenas, Wert, el aumento del paro juvenil, la puta familia real. Automáticamente, me imagino que el mundo sería mucho mejor si la prensa, por ejemplo,  sólo informara una vez por semana. Así, de alguna manera, tendríamos una visión tan fragmentada de la realidad que no desperdiciaríamos nuestro tiempo en unir los pedazos y darles este amargo (sin)sentido.  Eso sí, tendríamos que organizar bien nuestros días porque, claro está, no íbamos  a elegir  tener una cita con una persona especial el mismo día en que leyéramos el periódico, porque seguro que ese día, la cosa saldría mal. De hecho, ya puestos, podríamos hasta organizarnos de tal manera que los días que estuviésemos enfermos, sólo languideciéramos, o  los días en que odiásemos este mundo y parte de sus habitantes, sólo nos dedicásemos a ello. Así, los días en que nos dedicásemos a deleitarnos con la música y la literatura, tampoco habría nada que los pudiese estropear. Quizás así, y digo quizás, los días en que decidiéramos amar no se verían tan intoxicados por las miserias y los miedos  que suelen enturbiar este noble sentimiento.

Ustedes creerán que esta realidad que propongo es totalmente imposible. Yo no lo tengo tan claro. Cosas más difíciles se han visto. Muchas de ellas, en Canal 9. Y, oigan, el mundo ha seguido girando.  A veces pienso que he entrado en una dimensión desorbitada en que las cosas pueden o no suceder.  Por eso, hay días en los  que sospecho  que todo en lo que creía hace diez años ha muerto. Otros en los que pienso que los muertos somos nosotros. Y el resto creo que la vida, de ser algo, debe ser un milagro que está a punto de suceder.

Hoy era lunes. Pero ya es martes. No pienso abrir un periódico. Ni ponerme enferma. Quizá hoy sólo me dedique a amar sin más a una persona de la que jamás hablarán los periódicos. Pero qué sabrán ellos de mi realidad. Me gustaría creer que llegado ese momento de desasosiego que inevitablemente llegará, descolgaré el teléfono para llamar a alguien que en 48 horas venga a repararme esta avería. El problema es que en estos casos, no  hay a quién llamar. Qué raro es todo, pensaré mientras duermo. Pero no me preocuparé demasiado. Seguramente, despertaré en uno de esos días en los que todo resulta más fácil de reparar. Al fin y al cabo, la vida es un milagro. ¿No?

 

2 Respuestas a “Averías

  1. Para tu texto me encantaría citar a Gabriel García Márquez, o más bien, a José Arcadio Buendía [«Cien años de soledad»]: «Hoy sigue siendo lunes».

    Me gustó, [tú] demostrando una realidad dramática que se resuelve en la esperanza; así como se la percibe desde una trinchera objetiva.

  2. Muy oportuna tu referencia. Hay lunes que parecen no tener fin. Caprichos del calendario, supongo.
    Gracias por tu comentario, me alegra que te guste.
    Saludos

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